Tal vez el lector haya tenido la oportunidad de ver una hermosa película argentina titulada Un lugar en el mundo. Uno de sus protagonistas, Ernesto, un muchacho seguro de sus posibilidades y emprendedor, disfruta desafiándose a sí mismo y a los demás: por ejemplo, con su carro, tirado por un caballo, libra todos los días una carrera absolutamente temeraria con el tren, y todos los días le gana. Un episodio de la película relata que el adolescente, atraído por Luciana, una chica del pueblo que nunca acudió a la escuela, intenta que su padre -que ejerce de maestro- convenza al padre de ella para que pueda aprender a leer y a escribir. La negativa tajante de éste no arredra a nuestro héroe, quien decide llevar acabo su propósito -alfabetizar a su amiga- incluso en condiciones adversas (a escondidas, transgrediendo una prohibición, sin que nadie se entere). Lo que él no podía prever era que la condición más adversa iba a encontrarla en su alumna, quien se rendía incluso antes de iniciar la tarea, respondiendo a los primeros intentos del profesor con un descorazonador «No puedo, no puedo, ¡es que yo soy muy burra!». Superar esa resistencia fue el reto principal de toda la situación, pues hasta que fue vencida, la alumna no pudo progresar.
Este episodio ilustra bastante bien la temática que queremos tratar en este capítulo, concretándola en el ámbito del aprendizaje escolar. ¿Qué es lo que hace que ciertas personas, como nuestro protagonista, muestren una clara tendencia a enfrentarse a los retos que la vida les propone, incluso a inventárselos, sin que las dificultades les hagan desistir de su propósito? ¿Por qué otras personas, como la amiga/alumna, muestran la tendencia contraria, es decir, que incluso cuando pueden contar con ayudas adecuadas se inhiben frente a los obstáculos y no logran superarlos? ¿Se pueden establecer relaciones entre una determinada forma de verse a sí mismo («Es que yo soy muy burra»; ganarle todos los días el pulso al tren) y esa tendencia a la que hemos aludido? ¿Hasta qué punto la capacidad de aprender o de hacer se ve condicionada por la seguridad (de éxito o de fracaso) que tenemos en nosotros mismos? Esa seguridad, esa forma de verse, ¿es algo dado, algo que se aprende?
En definitiva, lo que vamos a plantear aquí es la cuestión de las relaciones entre los aspectos cognitivos y los afectivos y relacionales en la construcción d en el ámbito de la escuela. Lo vamos a plantear desde la concepción constructivista que se ha presentado en el capítulo anterior, y sin ninguna pretensión de exhaustividad. El enfoque que hemos adoptado parte de lo que significa construir significados sobre los contenidos de la enseñanza, y a partir de ahí explora aspectos como los enfoques del aprendizaje, la motivación y su relación con el autoconcepto, la construcción de éste en el curso de las interacciones significativas para el alumno, las representaciones mutuas que en ellas intervienen y las expectativas que contribuyen a generar. Todo ello nos conduce al sentido, y de ahí nuevamente al significado, para poner de relieve sus estrechas conexiones.
Isabel Solé
El constructivismo en el aula
http://www.terras.edu.ar/jornadas/119/biblio/119Disponibilidad-del-aprendizaje.pdf
Gracias Nehemías por compartir esta información, si bien a veces uno como docente anda buscando que nuestros estudiantes aprendan, podríamos caer en considerar unicamente los aspectos internos que favorecen o limitan el aprendizaje y pasar desapercibidos aquellos aspectos externos, como el caso que Ud. plantea el autoconcepto, ¿Cómo se ve el estudiante asimismo? y digo componente externo porque el autoconcepto se forma en la adolescencia y tiene que ver mucho la manera en que la familia, amigo/as, etc tratan a los muchacho/as
ResponderEliminarConsidero que el docente debe conocer los problemas de los estudiantes pero a veces, la actitud del alumno no permite acercarse mucho, que bueno que nos sirva
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